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Necrológica

Gran y valiente contador de historias

Nacho siempre supo que el periodismo consiste en contar buenas historias

Gran y valiente contador de historias efe

Luis Ventoso

El estupendo novelista Juan Gómez-Jurado me contó un día que cuando le toca hablar en una escuela de periodismo lleva siempre en su cartera un arrugado recorte de prensa . Es una pequeña noticia de la edición de Santiago de LaVoz de Galicia, fechada en el abril de 2011, y se titula «La grúa municipal pierde un coche en la subida de A Pulleira» . La anécdota es nimia: la Policía se lleva un Peugeot 406 mal aparcado y en la ruta el coche se suelta y lo destrozan. Pero quien firma es Nacho Mirás. Eso lo cambia todo. Su talento convierte un suceso menor en un deleite humorístico, teñido por una mirada compasiva. «Es un ejemplo de cómo se puede hacer magia con cualquier cosa» , les predicaba Gómez-Jurado a los alumnos (busquen el texto en internet y lo entenderán).

Nacho, que se ha muerto por un crudelísimo tumor cerebral con solo 44 año s, era un contador natural de historias . Tal vez lo traía en sus genes, como sobrino nieto de Ánxel Fole, maestro del cuento popular con sabor a cháchara de taberna feliz. A diferencia de algunos de sus colegas, Nacho siempre supo que el periodismo consiste en contar buenas historias y no en pastelear con politiquillos que en breve habitarán en el olvido. Era risueño, moreno y entusiasta, pero también gastaba su genio (por eso llamó a su visitado blog Rabudo.com y a su adorada Vespa, «La Rabuda»). Fue gaiteiro , porque sabía que las raíces son importantes, y también un curioso de la tecnología, porque le gustaba el futuro, donde habitan los dos hijos que tuvo con su mujer, la también periodista Ainhoa Apestegui.

El 31 de diciembre de 2013 la felicidad de Nacho entró en un paréntesis: le diagnosticaron un tumor. Ahí impartió la lección de su vida. Decidió relatar su sufrimiento con sus armas de siempre: el humor y el sentimiento. El último libro de Christopher Hitchens, uno de los maestros recientes del ensayo anglosajón, se titulaba «Mortalidad» y contaba su cáncer terminal. Es un testimonio apabullante, pero está lejos del monumento de amor y humor que fue construyendo Nacho entre el vapuleo de la quimio y la angustia de saberse brutalmente mortal. Su libro, « El mejor peor momento de mi vida» , sirve de salvavidas anímico para cualquier enfermo. Hace reír y llorar. El testamento moral de un hombre bueno y valiente.

Pero prefiero recordar a Nacho en su esplendor:

—Luis, tío, que tengo una historia que te cagas.

—¿Qué pasó hombre?

—He encontrado a unos pavos, una familia entera, ¡que se tiraron más de 20 años viviendo en el tejado de la catedral de Santiago!

—¡Qué dices!

—Que sí, que sí…. ¡Y hasta criaron allí a un cocho! E hicieron la matanza, ja ja ja.

¿Una anécdota? Pues sí. Pero es lo que más recuerdo de lo publicado en aquel periódico aquel año.

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