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Joseph Pérez: «Hoy el pueblo no se reconoce en los políticos que mandan»

El hispanista francés y Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2014 defendió ayer en Oviedo la idea de España como nación y la necesidad de defender el bien común

Joseph Pérez: «Hoy el pueblo no se reconoce en los políticos que mandan» EFE

INÉS MARTÍN RODRIGO

Joseph Pérez (Laroque D’Olmes, 1931) es uno de los historiadores que más y mejor conoce el pasado de España. Hijo de valencianos que emigraron a Francia buscando un futuro que en su país se les negaba, el hispanista, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2014 , ha mirado siempre con afecto los acontecimientos históricos que han hecho de España la nación que hoy en día es. Más allá de tensiones territoriales, intereses personales y egoísmos individuales. Biógrafo de Felipe II y el cardenal Cisneros , sus obras abordan el reinado de los Reyes Católicos y los Austrias mayores, la revolución de los comuneros o la expulsión de los judíos. Pérez habla, por tanto, con conocimiento de causa. La causa española, ni más ni menos.

Es uno de los mayores conocedores de la época en la que España nace y cobra forma. ¿Qué piensa de la España actual?

–Hoy hay un problema grandísimo, que es el que plantea la reivindicación catalana. Es posible que una nación muera, no es algo que está inscrito eternamente en los planes de la providencia. La nación nace en determinadas circunstancias, se desarrolla y puede morir. El grupo nacional que es España es posible que algún día se deshaga, como ya pasó con Portugal.

Porque las naciones son hechos históricos.

–Efectivamente. En ese sentido, Cataluña, teóricamente, puede decidir que se va porque no se siente española. Pero, para llegar a este extremo, habría que medir lo que pierde y puede ganar saliendo del conjunto de la nación. ¿Qué es lo que puede ganar? No lo sé, porque, francamente, no veo discriminación actualmente. Nunca Cataluña dispuso de tanta autonomía como ahora. Lo que le falta es la soberanía, pero, ¿esto qué significa en la Europa actual? Porque mucho del ordenamiento jurídico de las naciones europeas está decidido en Bruselas. Esa autonomía no la va a disponer Cataluña con respecto a Bruselas. Ganaría más formando parte de un grupo más sustancial, como es España. Una Cataluña independiente sería un disparate. Perdería mucho, porque se convertiría en una pequeña nación. Cuando uno tiene la suerte de vivir en una nación con vocación universal, ¿para qué va a meterse en particularismos?

A usted le gusta más la idea de los estados europeos que la idea de Europa. ¿Por qué?

–Es que la idea de los Estados Unidos de Europa es algo que viene desde hace mucho tiempo, allá por 1950. Se pensaba que, entre los dos bloques que entonces existían, el norteamericano y el soviético, había lugar para un tercer elemento que podían ser los Estados Unidos de Europa; una federación de estados en la que cada uno conservaría lo característico y añadiría una fuerza que viene de la unidad: fuerzas armadas, política económica común... ¿Qué significado puede tener una Europa actual en la que entran Rumanía, las potencias del este…? Es otra tradición política, económica... Francamente veo las trabas que pueden surgir de ahí.

Quizá es que se ha olvidado un poco esa idea de la Europa primigenia a la que usted se ha referido antes.

–Se está abandonando totalmente, se ha olvidado. Hacia 1950, la idea que tenían los protagonistas de Europa no era esta. Actualmente los que mandan son los mercados, en virtud de la ley de la competencia, de la libre concurrencia.

Pero los mercados no son políticos.

–Sí, efectivamente. Ahí vuelvo con Cisneros y su defensa de la intervención del Estado. El Estado tiene que intervenir para evitar que el fuerte disponga del débil y velar por el bien público. Pero el que tiene dinero puede hacer lo que le dé la gana.

¿Usted cree que quienes gobiernan hoy lo hacen pensando en el interés común?

–No.

¿Y en qué piensan?

–En su propio interés como oligarquía. A principios del siglo XX, Charles Péguy dijo que en Francia el problema es que todo empezó en mística y ha terminado en política. Llamo místico al hombre público que dice: «Hay unos cuantos ideales con los cuales no quiero transigir, y si se pasa de ahí estoy dispuesto a morir». Pero el político hoy día no quiere morir.

Quiere sobrevivir.

–Claro, vive de la política. Dicen: ¿Para qué voy a complicarme la vida defendiendo un ideal?

¿Los ciudadanos saben cuál debe ser la misión del Estado?

–Lo saben, de una manera confusa, pero saben perfectamente que tal jefe de Estado está defendiendo el bien común. Actualmente, el pueblo no se reconoce en los políticos que mandan, tiene la impresión justificada de que no cumplen con su oficio.

Es uno de los hispanistas que más ha contribuido a acabar con la leyenda negra. ¿Cree que, una vez superada, aún quedan prejuicios contra España?

–Las naciones que han prosperado en el mundo moderno son las protestantes. O sea que el protestantismo es la religión del progreso de la civilización, y las naciones que se han quedado fieles al catolicismo romano se han visto relegadas a un atraso. Pero esto atañe a España no como nación, sino como católica. Lo mismo ocurre con Italia, con Francia...; son naciones discriminadas por católicas. Y luego está la raza, la latinidad o el Mediterráneo. Hay una superioridad de la raza anglosajona, es puro racismo; hay una superioridad de las naciones nórdicas sobre las latinas. ¿Ha desaparecido esto? Cuando leo ciertos comentarios en la prensa alemana, me cuesta creerlo.

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